Si no te gusta… la podes cambiar

Entre las infinidades de locales de calle corrientes, un pequeño pasillo ancho, con sus vidrieras llamativas se esconde. Todas las paredes están cubiertas de pilusos y accesorios de temática fútbol. Remeras, camisetas… de todos los cuadros, modelos y colores. Los eternos rivales conviven en armonía uno al lado de otro colgados en ganchos. “Es todo original”, suelta cuando me ve chequeando el precio de una visera. 

Juan Carlos es el dueño del local. Mi objetivo ahí era claro: comprarle el regalo a mi papá, un bostero apasionado que había perdido su gorra e irme al trabajo, tenía tiempo de sobra, pero contra más rápido mejor; pero el encanto y labia fácil de Juan hacen que al entrar uno se lleve más que una remera de su equipo. 

-¿Para regalo?- pregunta y le asiento. Detrás del mostrador recibe mi billete de mil, para buscar en la caja en cambio. Mete la gorra en una bolsa verde. Antes de entregármela, no puede contenerse la duda de -¿Para quién?- Le contestó apresuradamente que era para mi papá que cumplía años. Había algo en el que me hacía sentirlo cercano. Empeñaba esa confianza de amigo de toda la vida, o del vecino copado que siempre que uno lo necesita está ahí para ayudar. Le confié un poco más que eso:

-Cumple años hoy y recién volvió de Córdoba. Perdió su gorra en la cancha y con mi vieja pensamos que era buena idea recibirlo con una nueva.
-¿Fue a ver la final?
-Es muy fanático.
-Lastima que no le pudieron regalar un título para hoy. 

Sin mucho interrogatorio, ni repregunta, Juan fue pensando en voz alta su opinión sobre Boca. Él un gran fan, pero a diferencia del estereotipo de hincha cabeza dura y obstinado, muy crítico. “Mi amor es por Boca, de pibe crecí viendo fotos de Mouzo y alentando desde la popular...” No supera el metro sesenta, por lo que no me cuesta nada imaginarlo con 10 centímetros y 40 años menos revoleando una bandera azul y oro mientras que los hinchas alientan al equipo. “Pero por sobre Boca, amo al fútbol. Tanto que le hice un local” achina los ojos y sonríe orgulloso. “No voy a mentirte que el amor al fútbol es más difícil que mantener un matrimonio”. Sale de allí atrás y comienza a caminar al frente del local. -¿Porque cree eso?- parecía ser la pregunta que esperaba que salga de mis labios; Juan Carlos era de esas personas que adoraban dar su opinión sobre los temas generales: política, economía, sociedad… pero cuando alguno de ellos se relacionaba con el fútbol, parecía convertirse en un apasionado en la materia. 

-No es fácil amar a alguien que te lastima, menos sabiendo que un día todo es alegría, y al otro los queres mandara a la…- una risa contuvo la palabra. Con sus manos marcó el suspenso de la palabra; a la mierda 

Entre su técnico análisis sobre el partido, suelta que hoy por la mañana (martes), cuando caminaba hacia el local después de bajarse del subte, vio como en el Obelisco habían colocado vallas en caso de festejos. Espero mi respuesta. Yo le comenté que la medida me parecía bien, algo absurdo de fuera y símil a una película distópica: eran altas vallas negras en forma de T invertida, se levantaban a dos metros de suelo y pasar entre ellas parecía ser un túnel de una realidad postapocalíptica; pero bien al fin y al cabo.  -Al pedo ponen esas cosas- Ambos reímos -No es que me parezca mal lo que decís, pero en los festejos masivos, es un sálvese quien pueda. Tal Vez vos sos muy chica para recordarlo, pero antes en la calle había unas cabinas de teléfono. Las sacaban, la euforia de la gente las arrancaba de la calle y lo revoleaba. Una locura- el recuerdo le ilumina la cara. 

- Tuve la fortuna de haber visto muchas veces a Boca campeón y el Mundial de 78. El fútbol me regaló cientas de alegrías
- ¿Cual es su mejor recuerdo en la cancha?  
- La libertadores del 2000. ¿Sabes qué pasó? - Le niego con la cabeza y con mi silencio lo invito a que me cuente la historia- Bueno, Boca había pasado a cuartos después de ganarle a un equipo Colombiano. ¿Adivina con quien nos jugábamos el puesto de semis?
-¿River?
-El mismo - suelta exclamando con alegría al notar que seguía su historia - El primer partido fue un desastre: 2 - 1 ganó River en el Monumental. Quedaba la vuelta en la Bombonera, era ganar o ganar.
-¿Usted estuvo ahí?
-En la popular. Los nervios me hacían saltar tan alto que sentía que si no me agarraba a la baranda iba a despegar de la grada y estamparme contra en el césped. Adivina cómo salimos
-¿Ganaron?
-3 - 0, con 2 puntos a favor seguimos y llegamos a la final consiguiendo así la tercer Libertadores. Olvídate que esa noche fue un descontrol. No quedó cabina de pie en el barrio de La Boca, la euforia siguió hasta llegar al obelisco y subirnos al techo del Mc Donalds.
-Una locura
-La más linda- Sonríe mientras señala un recorte del Diario Olé que anunciaba con letras azules y amarillas “Anda a cantarle a Pelé” mientra los jugadores corriendo por el campo de juego. Junto a estos había otros más sobre los triunfos de Boca y fotos de la Bombonera.

Coincidimos en que los espacios masivos son espacios que generan un estigma en la gente común “Cuidado que te pueden robar”. -Hoy en día te roban hasta entrando a tu casa, no es sorpresa que te manoteen la billetera o el celular, mucho menos en espacios así- se toma una pausa profunda de 5 segundos, en los que por si cabeza parecen abundar cientos de recuerdos y memorias. Parece dudar en sacar las siguientes palabras, cómo si las guardara en una archivo clasificado en su cabeza. -No los justificó eh, pero tampoco me enoja.

Se recuesta sobre una mesa larga que había en el medio del local, sus manos se quedan en los bolsillos de su pantalón de Jean, parecían cocidos al terminado. Su suéter gris se había arrugado más de lo que ya estaba cuando entré, pero se mantiene intacto dentro del pantalón. Parecía estar recuperando una memoria del pasado, algún lugar, momento o persona

-Antes me daba rabia pensar en los chorros, más aún en los que mataban para robarte. Me asqueaba, era de esos que creía que la pena de muerte era la solución - en el contacto con sus ojos, puedo notar la sinceridad de sus palabras - Nunca viví en la calle, mis viejos trabajaban de sol a sol; mi papá era ferretero y mi vieja auxiliar de limpieza en unas oficinas. Nunca me sobró nada, pero tampoco me faltó; recibí amor, fui un privilegiado. - se recompone en su postura y pasa sus manos por su corto y abundante pelo blanco - Por suerte uno termina aprendiendo. Acá aprendí yo

Se pasea lentamente hasta el umbral de la puerta a metro y medio de donde estaba antes. Tras suspirar apoya su brazo en el marco de la puerta.

-Los padres los traen a los nenes a pedir a la calle, en la puerta de los teatros. Esos nenes ven pasar a otros como ellos, pero con ropita linda, abriguito, gorritas… yendo a ver algo, compartiendo tiempo con sus padres. Los nenes pobres no solo aprenden el ejemplo de sus padre; lo hacen de lo que ven y viven. ¿Vos cómo te sentirías? Sienten rencor, por eso después salen a robar. No podemos juzgarlos si somos complices. Tampoco se les puede pedir humanidad a alguien que cuando la necesito, le caminaban en la calle y lo miraban desde arriba - Su vista se pierde en la marea de gente que va y viene. - Bueno, que tengas buen día. Si no le gusta, la podes cambiar cuando quieras.
rosede

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